En la vida, hay personas cuyo legado va más allá de una historia, algo intangible a la vista, pero de gran valor humano. El caso del QFB. Edwin Raymond Kedilhac Navarro, quién recientemente nos abandonó, es un ejemplo de ello; sus historias tanto profesionales como personales narradas por algunos de sus amigos integran este homenaje en forma de artículo, mediante el cual podemos reconocer a la persona que Edwin era en lo íntimo de lo cotidiano.
Carlos Casañas:
Gran persona, excelente esposo y buen profesionista
El QFB. Carlos Casañas trabajó con Edwin en Abbott en 1990 y en Neolpharma en 2013. “Siempre fue más que un jefe, un maestro. Aprendí de él siempre, incluso hasta cuando se molestaba por alguna situación sin importancia. Fue pionero con el tema de las Validaciones en la industria farmacéutica, siempre lo buscaban en el Colegio Nacional de Químicos Farmacéuticos Biólogos México o en la Academia para que diera conferencias de estos temas y siempre estuvo dispuesto a ayudar y compartir sus conocimientos”.
“Siempre preocupado por mantener unido a su grupo en Navidad, nos reunía en su casa para cenar y festejar con todos sus subordinados incluyendo sus esposas; siempre llegábamos a su casa y su esposa, Lupita, nos saludaba con una sonrisa, transmitía el gusto de recibirnos, siempre fueron muy buenos anfitriones”.
“En Abbott, hablamos sobre la Teoría de Deming y Edwin me dijo que tuvo la oportunidad de conocerlo e intercambiar puntos de vista sobre su teoría. Me trasmitió estas ideas y acordamos ponerlo en práctica en el producto Venoset, en el área de Venoclisis, y así fue como hicimos el Control Estadístico de la Producción al estilo Deming en Abbott, capacitamos al personal e incrementamos la productividad y redujimos las mermas bajando los costos de los productos, con los respectivos ahorros para la compañía. Mostrábamos los resultados en toda visita que recibíamos de Abbott USA, todos en conjunto, con el liderazgo de Edwin”.
“En una visita a Roma con su esposa, por alguna razón, estaba hasta el frente de un pasillo y, para su sorpresa, pasó el papa Juan Pablo II frente a ellos y tuvo la oportunidad de saludarlo de mano. En ese momento, era tal su alegría que quiso decir muchas cosas, pero lo único que pudo articular fue: ‘Soy mexicano’. Cuando lo contaba, se veía el brillo en sus ojos, con esa emoción que tenía de recordar esa vivencia que la vida le dio. Así era Edwin, lo que le emocionaba lo trasmitía con la misma emoción que él lo veía y vivía, de igual forma era para los temas farmacéuticos y empresariales”, concluye Casañas.
Ricardo Jiménez Maza:
Líder excepcional
Al inicio de 1983, el IQ. Ricardo Jiménez Maza y Edwin se encontraron en la Asociación Farmacéutica Mexicana (AFM); Edwin como presidente y Jiménez Maza como director del Congreso Nacional de Ciencias Farmacéuticas.
“Con el liderazgo de conocimiento que Edwin poseía, se elaboró un programa técnico-científico que convocó la participación de más de 1,200 congresistas, entre profesionistas, estudiantes, académicos, docentes, investigadores e industriales. Sin embargo, el congreso fue histórico, más allá de su récord de asistencia, por su contribución económica que sumado a la de Expofarma, permitió tener un recinto propio para la AFM, en Adolfo Prieto, colonia Del Valle, en la Ciudad de México, México”.
Para 1999, ambos colaboraron juntos en la farmacéutica Roche y “gracias a la entrega, dedicación y conocimientos compartidos de Edwin, logramos construir y operar el Centro de Excelencia de de FDA, EMA, COFEPRIS, ANVISA, INVIMA y ANMAT”.
“Continuando nuestra gran aventura farmacéutica, coincidimos nuevamente en la empresa Neolpharma, donde Edwin contribuyó con su característica pasión y sello personal de transmitir conocimientos, en el diseño y la construcción de la planta de producción de parenterales de pequeño y gran volumen con tecnología BFS”.
Y finaliza: “Su destacada pasión y extraordinaria calidad humana lo hicieron un gran líder, un líder excepcional”.
Héctor Jara:
Profesionalismo y calidez humana
El QFB. Héctor Jara conoció a Edwin en 1968 cuando ambos fueron compañeros de la primera generación de la Maestría en Farmacia, impartida en la Facultad de Química, de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde “demostró su capacidad de aplicación de los nuevos conceptos recibidos, como la predicción de estabilidad de medicamentos, entre otros elementos”.
“Tuvimos un reencuentro cuando él laboraba en Richter y yo en Chinoin, ya que ambas empresas de origen húngaro importaban materias primas de la casa Medimpex, por lo que nuestra relación profesional era estrecha. Posteriormente, coincidimos como colaboradores de las mesas directivas de la AFM en 1980, 1981 y 1982, en donde Edwin fue secretario, vicepresidente y presidente, sucesivamente, y pude apreciar su capacidad de trabajo, resaltando la integración de grupos, algo que siempre lo distiguió, para lograr objetivos con la dinámica que lo caracterizaba más su gran capacidad de conciliación”.
A finales de la década de los años 80, ambos formaron parte del grupo que elaboró la primera Guía Azul, donde Edwin participó activamente en la primera publicación de la Comisión Inter-institucional de Prácticas Adecuadas de Manufactura (CIPAM), así como en las subsecuentes publicaciones.
“Entre otras muchas cualidades de Edwin, destaco su calidez humana como formador de numerosos colegas, querido hijo, estupendo hermano, amoroso esposo, formador padre, cariñoso abuelo y extraordinario amigo”, concluye.
José Manuel Cárdenas Gutiérrez:
Lo simple es bello
El MBA. José Manuel Cárdenas Gutiérrez conoció a Edwin en 1976, en su ingreso a Laboratorios Upjhon de México, “Edwin era el gerente de Control de Calidad de la empresa líder de la industria farmacéutica mexicana en esa época, desde donde impulsó las Buenas Prácticas de Manufactura e inició la Validación (tuvimos 43 años de contacto personal y profesional)”.
El recuerdo más anclado de Edwin para Cárdenas Gutiérrez es, “definitivamente su calidad humana y sus logros profesionales en cada una de las responsabilidades que tuvo. Siempre fue un hombre amable e interesado por los demás y de trato caballeroso. Una frase de él que me encanta es ‘Lo simple es bello’”.
“Recuerdo que, en su ingreso al Instituto Nacional de Cancerología para apoyar el Sistema de Gestión de Calidad y el proceso de renovación de su autorización como Tercero Autorizado de Bioequivalencia, con toda sencillez trabajamos en conjunto Edwin y nosotros para compartirle nuestra experiencia; con su bagaje técnico-científico logró rápidamente actualizarse, dominar esta disciplina y sacar adelante su objetivo en esta institución, logrando la admiración y el respeto del grupo de trabajo. Viene a mi mente también la presencia de su esposa siempre a su lado y su espíritu de contacto con la familia. Siempre lo recordaremos”, afirma.
Deyanira Chiñas Ramírez:
Escape a Chichen-Itzá
Para la QFI. Deyanira Chiñas Ramírez: “Pensar en Edwin me remonta a tener el ejemplo del más alto grado de caballerosidad que haya visto en mi vida. Él fue uno de los mayores promotores del trabajo en equipo con calidad; hacer bien las cosas a la primera, y generar -mediante el ejemplo-, el más alto nivel de confiabilidad, con base en un trabajo bien hecho”.
“Tuve referencias de Edwin en la década de los años 80, aunque en ese entonces no tuve contacto directo con él, hasta que fue director del Congreso Nacional de Ciencias Farmacéuticas en 1995, celebrado en Mérida, Yucatán. Sin duda, ese fue uno de los congresos más concurridos de la historia de la AFM, alrededor de 1,200 asistentes, gracias a la excelente dirección de Edwin y del presidente del Consejo Directivo en turno, Jorge Medina (director de Syntex, en ese tiempo)”.
Chiñas recuerda que participó en el congreso para apoyar en la coordinación de las salas de trabajos libres en carteles y conferencias. “En el penúltimo día del congreso, un grupo de colegas y amigos, decidimos ‘irnos de pinta’ a Chichen-Itzá, pero nuestros deberes terminaban hasta las 18:00 horas y después era la cena baile de clausura y era un hecho que teníamos que regresar en la noche”.
Planearon irse a mediodía y regresar, a más tardar, a las 20:00 horas. En la ‘escapada’ estuvieron varias personas entre ellas, Edwin y Deyanira. “Durante todo el camino, contamos chistes y ocurrencias, las risas estaban a todo; no cabe duda de que este tipo de convivencias te enseñan a conocer otras facetas de las personas”, indica Chiñas.
Al llegar a Chichen-Itzá, varios decidieron subir al castillo y el tiempo corrió en el reloj, cuando bajaron era muy tarde y emprendieron el regreso rápido para llegar al evento de clausura. “De regreso al congreso Edwin, listo en traje formal para la clausura, estuvo en la mesa central de personalidades; finalmente concluyó la ceremonia y empezó el baile. Todos los de la escapada bailamos contentos "en bolita”; Edwin nos confesó que tenía muchos años que no bailaba, pero en esta ocasión se animó por la convivencia con este grupo de amigos. Al final, nos dijo: ‘El congreso fue excelente en todos los sentidos; sin embargo, para mí, lo mejor del evento fue nuestro viaje relampago a Chichen-Itzá; me hicieron sentir vivo, me generaron emociones que no había tenido en mucho tiempo y fue de lo más divertido que he vivido en muchos años. Este sí es el mejor ejemplo de trabajo en equipo. Gracias a todos y por todo’”.
Para Chiñas, sin duda, esta anécdota es un claro ejemplo de la calidad humana de Edwin, “su más grandes distintivo y la razón real del porqué siempre lo recordaremos”.
Agradecemos profundamente a quienes participaron en este homenaje compartiéndonos sus valiosas anécdotas al lado de Edwin y también a quienes prefirieron conservar para sí los recuerdos de un buen hombre y un excelente profesional. Como todo ser humano, Edwin Raymond Kedilhac Navarro tuvo claroscuros, pero sabemos que sus luces fueron siempre mayores y brillarán en las nuevas generaciones ahora formadas por las personas que trabajaron junto a él. ¡Te vamos a extrañar querido caballero farmacéutico!