Expertos del Hospital Houston Methodist enseñan a cuidar el bienestar emocional frente a episodios de ira

Comunicado. Con base en un informe reciente, el adulto promedio se enoja alrededor de 14 veces por semana y el 30 % de las personas tiene problemas para controlar su enojo.

“La ira es una emoción humana completamente normal, y existe en un espectro. Cuando se vuelve tan intensa que empieza a afectar tu comportamiento o cómo te relacionas con los demás, ahí es cuando se convierte en un problema que hay que atender. Pero este tipo de emociones no deben verse como una enfermedad”, explicó Xiaolei Chen, médica de atención primaria en el Hospital Houston Methodist.

Y aclaró que la ira no tiene una sola causa, y dependiendo de dónde estés tú en ese espectro emocional, puede empezar a impactar tus relaciones y tu rutina diaria — “una señal clara de que tal vez ya sea momento de buscar apoyo profesional”.

Chen comparte su “caja de herramientas contra la ira”, con consejos prácticos para aprender a gestionarla en el momento y a largo plazo. Antes de abrir la caja, vale la pena entender primero las tres dimensiones de la ira: fisiológica, cognitiva y conductual.

- Fisiológica. “La ira es una emoción que provoca cambios físicos reales en el cuerpo”, explicó. Chen. “A corto plazo, se liberan catecolaminas — unos neurotransmisores relacionados con la respuesta de lucha o huida — que pueden causar aumento en la frecuencia cardíaca, respiración agitada, sudoración, enrojecimiento, tensión muscular y puños apretados.”

- Cognitiva. “Las respuestas cognitivas a la ira están moldeadas por nuestra cultura y educación social. Por ejemplo, a los hombres a menudo se les enseña a expresar su enojo de manera más directa, lo que puede verse como agresión física; mientras que a las mujeres se les anima más a reprimirlo, lo que puede generar a su vez emociones más duraderas, como el resentimiento”, indicó. Estas diferencias no son biológicas, sino un reflejo de lo que nos enseñan sobre cómo manejar y mostrar lo que sentimos de acuerdo a patrones sociales de género. Entender esta capa cognitiva te ayuda a ver qué tan profundamente está conectada la ira con tu entorno, tu identidad y tu historia de vida.

- Conductual. “La ira es natural, pero lo que hacemos con ella — cómo actuamos — es lo que cuenta. La amígdala es la que dispara esa emoción intensa, pero es la corteza prefrontal — la parte del cerebro que toma decisiones — la que ayuda a regularla. Sentir ira no significa que tengas que gritar o explotar físicamente. Fortalecer esa parte del cerebro encargada de decidir cómo reaccionar es clave para manejar mejor la emoción.

Aunque un momento de ira puede generar reacciones físicas temporales — como un corazón acelerado o la mandíbula apretada — si constantemente activas esa respuesta de estrés, tu cuerpo empieza a pasar factura más seriamente.

 

 

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