Agencias. Un estudio publicado recientemente en la revista Science reveló la existencia de Thiomargarita magnifica, una bacteria de tamaño excepcional, de casi un centímetro de longitud; los investigadores describieron las características morfológicas y genómicas de la bacteria filamentosa gigante unicelular hallada en los manglares de Guadalupe, en Las Antillas.
Para llevar a cabo la descripción utilizaron varias técnicas de microscopía y observaron nuevos compartimentos unidos a la membrana que contiene grupos de ADN denominados ‘pepinos’, los científicos aún se cuestionan sobre el papel que estos orgánulos desempeñaron en la evolución del tamaño de la especie y si están presentes o no en otras. En la mayoría de las bacterias, el ADN flota libremente en el citoplasma de sus células; sin embargo, esta especie recién descubierta lo mantiene más organizado.
Lo que diferencia a la T. magnifica de otras bacterias, según relatan los autores, es que en lugar de que su ADN flote libremente en su interior, su material genético está compartimentado dentro de estructuras unidas a la membrana, una innovación característica de las células más complejas.
“Estos compartimentos unidos a la membrana son metabólicamente activos y la actividad se produce en toda la longitud de la célula bacteriana, en lugar de sólo en su extremo de crecimiento. Es posible que esta organización espacial única y el sistema bioenergético de membranas, que indican un aumento de la complejidad de su linaje, le hayan permitido superar las limitaciones relacionadas con el tamaño y el volumen que suelen asociarse a las bacterias”, añadieron los autores.
T. magnifica es miles de veces más grande que las bacterias comunes y unas 50 veces más grande que otras bacterias comedoras de azufre, las más grandes conocidas hasta ahora y denominadas, parece una ironía, “bacterias gigantes” (a pesar de que sólo son visibles con un microscopio óptico compuesto de entre 100 a 1,000 aumentos).
Cabe mencionar que T. magnífica desbanca del podio a T. namibiensis, descrita en 1999 y descubierta en aguas de la Costa de los Esqueletos, en Namibia, y que ya era unas 100 veces mayor que la media de las bacterias comunes.
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