El Economista. A mediados de diciembre de 2020, Reino Unido reportó una nueva variante de SARS-CoV-2 identificada como B117, hecho que preocupó a los investigadores de la región era que reportaba un índice de entre 40 y 70% mayor transmisibilidad con la versión anterior, incluso a la fecha se ha observado esta variante en 50 países, incluido México.
Como esta también se presentaron otras variantes las P1 y P2, observada en Brasil, y la P1351 o 20C501Y.B2, de Sudáfrica, todas ellas con algo en común, “que presentan mutaciones en la espiga o cerca de ella permitiendo al virus pegarse bien con sus receptores humanos y con ello la hacen más transmisible”, explicó Angélica Cibrián Jaramillo, investigadora de la Unidad de Genómica Avanzada (UGA) del Cinvestav.
De acuerdo con la especialista, a la fecha no se ha reportado evidencia directa de que estas mutaciones o variantes sean más peligrosas o mortales; sin embargo, sí pueden ser más persistentes porque se pegan con mayor facilidad a los receptores y por lo tanto pueden replicarse más veces. El problema de la variante B117 es que ya se haya detectado en muchos países, esto significa mayor número de contagios y la infección de personas más susceptibles con posibilidades de morir, además de la saturación de los sistemas de salud.